jueves, 21 de agosto de 2014

ESOS LOCOS QUE CORREN


Hoy me permito poner un texto del uruguayo Marciano Durán “Esos locos que corren” , que explica muchos de los valores que, a través del running, son aplicables a cualquier otro ámbito de la vida. La capacidad de autosuperación, de fijarse unas metas y luchar por ella, de importarte poco (o mas bien nada) lo que piensen los demás.

Yo los conozco.
Los he visto muchas veces.
Son raros.
Algunos salen temprano a la mañana y se empeñan en ganarle al sol.
Otros se insolan al mediodía, se cansan a la tarde o intentan que no los atropelle un camión por la noche.
Están locos.
En verano corren, trotantranspiran, se deshidratan y finalmente se cansan… sólo para disfrutar del descanso.
En invierno se tapan, se abrigan, se quejan, se enfrían, se resfrían y dejan que la lluvia les moje la cara.
Yo los he visto.
Pasan rápido por la rambla, despacio entre los árboles, serpentean caminos de tierra, trepan cuestas empedradas, trotan en la banquina de una carretera perdida, esquivan olas en la playa,cruzan puentes de madera, pisan hojas secas, suben cerros, saltan charcos, atraviesan parques, se molestan con los autos que no frenan, disparan de un perro y corren, corren y corren.




Escuchan música que acompaña el ritmo de sus piernas, escuchan a los horneros y a las gaviotas, escuchan sus latidos y su propia respiración, miran hacia delante, miran sus pies, huelen el viento que pasó por los eucaliptos, la brisa que salió de los naranjos, respiran el aire que llega de los pinos y entreparan cuando pasan frente a los jazmines.
Yo los he visto.
No están bien de la cabeza. 
Usan championes con aire y zapatillas de marca, corren descalzos o gastan calzados. Traspiran camisetas, calzan gorras y miden una y otra vez su propio tiempo.
Están tratando de ganarle a alguien.
Trotan con el cuerpo flojo, pasan a la del perro blanco, pican después de la columna, buscan una canilla para refrescarse… y siguen.
Se inscriben en todas las carreras… pero no ganan ninguna.
Empiezan a correrla en la noche anterior, sueñan que trotan y a la mañana se levantan como niños en Día de Reyes.
Han preparado la ropa que descansa sobre una silla, como lo hacían en su infancia en víspera de vacaciones.
El día antes de la carrera comen pastas y no toman alcohol, pero se premian con descaro y con asado apenas termina la competencia.
Nunca pude calcularles la edad pero seguramente tienen entre 15 y 85 años.
Son hombres y mujeres.
No están bien.
Se anotan en carreras de ocho o diez kilómetros y antes de empezar saben que no podrán ganar aunque falten todos los demás.
Estrenan ansiedad en cada salida y unos minutos antes de la largada necesitan ir al baño.
Ajustan su cronómetro y tratan de ubicar a los cuatro o cinco a los que hay que ganarles.
Son sus referencias de carrera: “Cinco que corren parecido a mí”.
Ganarle a uno solo de ellos será suficiente para dormir a la noche con una sonrisa.
Disfrutan cuando pasan a otro corredor… pero lo alientan, le dicen que falta poco y le piden que no afloje.
Preguntan por el puesto de hidratación y se enojan porque no aparece.
Están locos, ellos saben que en sus casas tienen el agua que quieran, sin esperar que se la entregue un niño que levanta un vaso cuando pasan.
Se quejan del sol que los mata o de la lluvia que no los deja ver.
Están mal, ellos saben que allí cerca está la sombra de un sauce o el resguardo de un alero.
No las preparan… pero tienen todas las excusas para el momento en que llegan a la meta.
No las preparan…son parte de ellos.
El viento en contra, no corría una gota de aire, el calzado nuevo, el circuito mal medido, los que largan caminando adelante y no te dejan pasar, el cumpleaños que fuimos anoche, la llaga en el pie derecho de la costura de la media nueva, la rodilla que me volvió a traicionar, arranqué demasiado rápido, no dieron agua, al llegar iba a picar pero no quise.
Disfrutan al largar, disfrutan al correr y cuando llegan disfrutan de levantar los brazos porque dicen que lo han conseguido.
¡Qué ganaron una vez más!
No se dieron cuenta de que apenas si perdieron con un centenar o un millar de personas… pero insisten con que volvieron a ganar.
Son raros.
Se inventan una meta en cada carrera.
Se ganan a sí mismos, a los que insisten en mirarlos desde la vereda, a los que los miran por televisión y a los que ni siquiera saben que hay locos que corren.
Les tiemblan las manos cuando se pinchan la ropa al colocarse el número, simplemente por que no están bien.
Los he visto pasar.
Les duelen las piernas, se acalambran, les cuesta respirar, tienen puntadas en el costado… pero siguen.
A medida que avanzan en la carrera los músculos sufren más y más, la cara se les desfigura, la transpiración corre por sus caras, las puntadas empiezan a repetirse y dos kilómetros antes de la llegada comienzan a preguntarse que están haciendo allí.
¿Por qué no ser uno de los cuerdos que aplauden desde la vereda?
Están locos.
Yo los conozco bien.
Cuando llegan se abrazan de su mujer o de su esposo que disimulan a puro amor la transpiración en su cara y en su cuerpo.
Los esperan sus hijos y hasta algún nieto o algún abuelo les pega un grito solidario cuando atraviesan la meta.
Llevan un cartel en la frente que apaga y prende que dice “Llegué -Tarea Cumplida”.
Apenas llegan toman agua y se mojan la cabeza, se tiran en el pasto a reponerse pero se paran enseguida porque lo saludan los que llegaron antes.
Se vuelven a tirar y otra vez se paran porque van a saludar a los que llegan después que ellos.
Intentan tirar una pared con las dos manos, suben su pierna desde el tobillo, abrazan a otro loco que llega más transpirado que ellos.
Los he visto muchas veces.
Están mal de la cabeza.
Miran con cariño y sin lástima al que llega diez minutos después, respetan al último y al penúltimo porque dicen que son respetados por el primero y por el segundo.
Disfrutan de los aplausos aunque vengan cerrando la marcha ganándole solamente a la ambulancia o al tipo de la moto.
Se agrupan por equipos y viajan 200 kilómetros para correr 10.
Compran todas las fotos que les sacan y no advierten que son iguales a las de la carrera anterior.
Cuelgan sus medallas en lugares de la casa en que la visita pueda verlas y tengan que preguntar.
Están mal.
-Esta es del mes pasado- dicen tratando de usar su tono más humilde.
-Esta es la primera que gané- dicen omitiendo informar que esa se la entregaban a todos, incluyendo al que llegaba último y al inspector de tránsito.
Dos días después de la carrera ya están tempranito saltando charcos, subiendo cordones, braceando rítmicamente, saludando ciclistas, golpeando las palmas de las manos de los colegas que se cruzan.
Dicen que pocas personas por estos tiempos son capaces de estar solos -consigo mismo- una hora por día.
Dicen que los pescadores, los nadadores y algunos más.
Dicen que la gente no se banca tanto silencio.
Dicen que ellos lo disfrutan.
Dicen que proyectan y hacen balances, que se arrepienten y se congratulan, se cuestionan, preparan sus días mientras corren y conversan sin miedos con ellos mismos.
Dicen que el resto busca excusas para estar siempre acompañado.
Están mal de la cabeza.
Yo los he visto.
Algunos solo caminan… pero un día… cuando nadie los mira, se animan y trotan un poquito.
En unos meses empezarán a transformarse y quedarán tan locos como ellos.
Estiran, se miran, giran, respiran, suspiran y se tiran.
Pican, frenan y vuelven a picar.
Me parece que quieren ganarle a la muerte.
Ellos dicen que quieren ganarle a la vida.


Están completamente locos.

lunes, 16 de junio de 2014

DEPENDENCIA, INDEPENDENCIA Y INTERDEPENDENCIA

Al empezar nuestra vida, la dependencia que tenemos respecto a los demás es total, en todos los aspectos, desde la alimentación y el sustento a las necesidades más básicas. Esta situación, poco a poco, va evolucionando hacia una búsqueda de mayor independencia, buscando nuestra realidad propia, construyendo nuestro YO diferenciado del de los demás, situación que llega a su punto más álgido en la adolescencia. Pero al llegar a la edad adulta, poco a poco, vamos necesitando construir relaciones efectivas y productivas con los demás, en lo que llamamos una búsqueda de la interdependencia, que nos realizará plenamente.
No obstante, el grado al que lleguemos depende de cada uno. Mientras que hay personas que se quedan o retornan a grados de dependencia tales que necesitan de otras personas para conseguir sus objetivos, hay personas que los consiguen gracias a su propio esfuerzo, sin contar apenas con los demás, mientras un tercer grupo son interdependientes y combinan sus esfuerzos para lograr objetivos superiores a los que lograrían sumando sus esfuerzos individuales. Y el grado en que nos encontremos tiene poco que ver con las circunstancias. Así, incluso en las mejores circunstancias, a menudo persisten la inmadurez y la dependencia.
Obviamente, para conseguir un alto rendimiento en equipos de trabajo, debemos fomentar la interdependencia de modo que sus miembros sean capaces de colaborar y lograr objetivos sumando sus esfuerzos, mucho mas allá de sus capacidades individuales. El concepto de interdependencia supone un estadio de mayor madurez respecto a la dependencia y la independencia. Pero estos estadios son evolutivos y consecutivos. Así, solo las personas independientes podrán ser interdependientes. No se puede pasar de la dependencia a la interdependencia. Podríamos decir que primero debemos tomar consciencia de nosotros mismos, de nuestros potenciales y limitaciones, para luego poder tratar de comprender efectivamente a los demás y crear entornos de colaboración eficaces y productivos.


jueves, 12 de junio de 2014

LA APTITUD EMOCIONAL

La aptitud emocional es una de las piedras angulares de la inteligencia emocional. Y uno de los principales componentes de la aptitud emocional es la confianza., Pocas cosas que tengan más importancia que la confianza para conseguir un liderazgo eficaz, convirtiéndose en un factor clave de la competitividad de empresas y países (solo hay que ver las crisis de las primas de riesgo en los países del sur de Europa y donde nos llevó la crisis de confianza en Grecia, Portugal, Italia o España)

Pero ¿que es la confianza?, ¿como la podríamos definir? Sin duda es mucho más que una buena opinión o actitud. Es una fuerza emocional que se debemos movilizar y trabajar. Y como siempre, es importante empezar a trabajar en nosotros mismos antes de experimentar con los demás. Si somos capaces de tener confianza en nosotros mismos, la podremos poner en los demás y, a nos podremos ser dignos de recibir la suya. Aquí cobra especial importancia la noción de “Cuenta bancaria Emocional” que menciona Covey, de la que hablaremos en otras entradas. La confianza se pude convertir así en la base que cimiente nuestras relaciones y facilite un diálogo franco y una colaboración entre las personas que será clave del éxito de cualquier estructura profesional, empresarial o de cualquier otro tipo. Por el contrario, la falta de confianza nos hará dedicar una gran cantidad de recursos inútiles  en salvaguardar, inspeccionar, dudar, verificar y medir cosas, en lugar de dedicarnos al trabajo creativo y cooperativo y que genere valor añadido.

La confianza que infunden y reciben las personas, equipos y organizaciones, se construye sobre la base de la sinceridad, la honradez, la credibilidad y el ejemplo. Así la confianza en los negocios depende sobre todo del contacto emocional entre las personas. Y el trabajar la confianza, profundizar en ella y extenderla a todos los ámbitos es lo que facilitare que no trabajemos solos sino como autentica organización eficiente y productiva. Si nuestra disponibilidad y atención a los otros son sinceras, fomentaremos esta confianza en nuestro equipo, siendo una facultad esencial de  los líderes con alto rendimiento. Y sin esta confianza se crea una incesante corriente de resentimientos, que transforman las relaciones en situaciones tensas y poco productivas.

lunes, 9 de junio de 2014

FACTORES INTELECTUALES Y EMOCIONALES


Si hoy nos preguntamos cuales son los factores determinantes del éxito de una persona, su inteligencia racional no seria mas que un componente. Pero está claro que la inteligencia es mucho mas que esta capacidad de raciocinio. Somos seres sociales, que estamos dentro de una comunidad, y existen otros factores importantes que determinan su éxito o fracaso a la hora de afrontar las situaciones complejas de la vida. Entre estos encontramos

Reconocer las propias emociones. Poder hacer una apreciación y dar nombre a las propias emociones es uno de los pilares de la inteligencia emocional, en el que se fundamentan la mayoría de las otras cualidades emocionales. Solo quien sabe por que se siente y como se siente puede manejar de forma correcta sus emociones, moderarlas y ordenarlas de manera consciente, sirviendo éstas de estímulo en lugar de freno para conseguir sus objetivos.

Saber manejar las propias emociones. Emociones como el miedo, la ira o la tristeza son mecanismos de supervivencia que forman parte de nuestro bagaje básico emocional. No podemos elegir nuestras emociones. No se pueden simplemente desconectar o evitar. Pero está en nuestro poder conducir nuestras reacciones emocionales y completar o sustituir el programa de comportamiento congénito primario, como el deseo o la lucha por formas de comportamiento aprendidas y civilizadas como el flirteo o la ironía. Lo que hagamos con nuestras emociones, el hecho de manejarlas de forma inteligente, es un componente clave de nuestra inteligencia emocional.

Utilizar el potencial existente”Un 10 por 100 de inspiración, un 90 por 100 de esfuerzo", esta sentencia popular da en el clavo: un elevado cociente intelectual, por sí solo no nos convierte ni en el primero de la clase, ni en el Premio Nobel. Los verdaderos buenos resultados requieren cualidades como la perseverancia, disfrutar aprendiendo, tener confianza en uno mismo y ser capaz de sobreponerse a las derrotas.

Saber ponerse en el lugar de los demás.  Los estudios sobre la comunicación parten de la base de que alrededor del 90 por 100 de la comunicación emocional se produce sin palabras. La empatía ante otras personas requiere la predisposición a admitir las emociones, escuchar con concentración  y ser capaz también de comprender pensamientos y sentimientos que no se hayan expresado verbalmente. Ser capaz de ponerse en el lugar del otro de forma efectiva, de intentar sentir lo que siente, ver el mundo como el lo ve.

Crear relaciones sociales.  En todo contacto con otras personas entran en juego las capacidades sociales: en el trato con los clientes, en la discusión con la pareja, en las relaciones padres e hijos. Que tengamos un trato satisfactorio con las demás personas depende, entre otras cosas, de nuestra capacidad de crear y cultivar las relaciones, de reconocer los conflictos y solucionarlos, de encontrar el tono adecuado y de percibir los estados de ánimo del interlocutor.

jueves, 5 de junio de 2014

EMOCIONES E INTELIGENCIA.






La mayoría de los profesionales tienen muy desarrollada la consciencia de lo que vale su tiempo. Es decir, que cualquier cosa que hagan, casi siempre le produce la sensación consciente o subconsciente de que ese tiempo y esfuerzo que le dedican es a expensas de muchas otras cosas que podrían y deberían estar haciendo.

Una de las consecuencias perniciosas que sufren los directores a raíz de la incesante demanda de su tiempo es que tienden a confiar casi exclusivamente en el mundo de los hechos y de la razón. Los sentimientos les parecen un fenómeno incontrolable.
Sin embargo, esta demostrado que la confianza, la lealtad, la dedicación y muchos otros factores fundamentales que impulsan la productividad e innovación, así como los logros personales, de equipos y organizaciones pueden atribuirse a los sentimientos correctamente controlados.
Los líderes en todo el mundo se están percatando de que en algunos casos el prestar atención a los sentimientos ayuda a ahorrar tiempo, aprovechar más oportunidades y concentrar las energía en la consecución de mejores resultados.
Las mas tecientes investigaciones sugieren que muchas de las mejores decisiones, de las organizaciones más dinámicas y de vidas más realizadas y colmadas de éxito se deben en parte a eso que hoy denominamos inteligencia emocional, junto con los aspectos de la inteligencia práctica y creativa que le son afines, y no únicamente al cociente de inteligencia ni a la pura capacidad mental.
Los sentimientos y emociones no sólo son los fundamentos del saber intuitivo. También nos suministran, a cada instante, de forma permanente, dia tras dia, datos potencialmente aprovechables. Pero no basta con tener los sentimientos y emociones. Es necesario saber reconocerlos y apreciarlos, tanto en uno mismo como en los demás, así como reaccionar a ellos correctamente. Las personas que saben hacerlo utilizan esta capacidad, su inteligencia emocional, que es la capacidad para sentir, entender y aplicar eficientemente el poder de aquel cúmulo de emociones del cual mana parte de la fuerza, de las informaciones, de la confianza, creatividad e influencia sobre los demás que anima al hombre.